Será el dulce gusto de tu boca de azúcar,
que jamás he besado,
o quizás la ternura y suavidad de tu piel,
que tampoco he tocado.
O tal vez la hermosura y perfeccíon de tu cuerpo,
por mí nunca sentido.
Es como el aroma excitante de tu cuello,
como tu gusto a sal en la agria madrugada,
agria pero viva,
viva como tus ojos brillantes,
a la vez parlantes,
que me dicen que no,
que esto no es un reproche,
ni consecuencia de la noche,
solo es tu flor que me ilumina,
o el lago de tu voz,
que a mí me culmina...
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