La sangre de una oreja perforada,
El leve dolor de una pasión estilística,
La mordida sutil en un rapto de pasión,
La saliva brilla sobre los cuerpos,
Perfumados por el sexo y el sudor.
Las agujas llenas de tinta,
Las marcas permanentes en cada mortalidad,
Una historia que deja cicatrices,
Que se mueven y no paran de hablar.
La entrega placentera a una causa altruista,
Que celebra la más bella inclinación de
humanidad,
Entre las miserias atomizadas,
De esa bomba individualista.
Que explota en cada rapto egoísta entre
luces de neón,
Entre policías xenofóbicos,
Entre el resentimiento social a los ojos de
un dios pecador,
De negligencia humana y divina,
De desinterés que se defiende en marionetas
simbólicas,
Encubriendo el estiércol con protocolos de
algodón.
La palabra se tira a la basura,
Y la impunidad se sirve de vidas y muertes
en derredor.
Brindan los cerdos organizados,
Entre buitres, zorros, putas elitizadas y
religión.
Se decide el destino del mundo en un
tablero de ajedrez,
Construido con capitales estadounidenses,
Procesado en partes en Corea del Sur y
Ensamblado con trabajo semi esclavo de
niños en Hong Kong.
Bienvenidos a la ciudad del orto,
Donde la política se elije como un producto
de Avon.
Donde los tiranos se babean al ritmo,
Del asentimiento de principitos,
Que se masturban frente a la cámara de
control.
Se penetran las entrañas con los barrotes fálicos,
Del enrejado de las plazas donde se besaban
enamorados como tú y yo.
Podrán privatizarme hasta el inodoro,
Pero no podrán callar a este corazón,
Que vuela con ideas libertarias,
En el desierto, en la llanura o dentro de
una prisión.
O en eco de esas tumbas de humanos que no
mueren,
Sino que siembran un camino,
Pintando cuadros con acuarelas de amor.
Con un pincel que se sostiene con millones
de manos,
Con miles de caras, con cientos de cuerpos.,
con pasado y futuro, con millares de sueños y un lápiz de ilusión.