Pienso entre las luces de mi reflejo y las imágenes de mí mismo registradas
en mi memoria. Ya no ciegan; sino que iluminan, como guerreras ante las
sombras, como el fruto de perlas sembradas en la oscuridad. Como el faro de la
costa en medio de una tormenta.
En medio de imágenes con historia; testimonios fosilizados de amores, de
momias emocionales, recuerdos momificados, placeres cubiertos de polvo, manos
arrugadas por la humedad de lágrimas inolvidables, de lamentos interminables, o
casi invencibles.
La hechicera, la brujita, la sirena, la belleza encarnada en una ninfa
convencida, decidida, tenaz; en nombre del amor, de la ilusión, de los hechos
concretos, de los hechos esperanzados. El futuro de repente es más importante;
se dio vuelta la brújula, el reloj se desorienta; se confunde el espacio y el
tiempo dentro de mí, dentro de mi corazón.
Un conjuro deshecho en la saliva de sus besos. Los hijos de los anaqueles
ya no volverán a la vida, o luchará a corazón y espada para cuidarme,
entenderme, tenerme, persuadirme.
Por lo menos prefiero creer, me prefiero en la fe de creer que aún es
posible, que aún pasa, puede pasar, crecer y desbordar. La vida me guardaba una
sorpresa. El azar se torna fortuna y surfeo en la ruleta. Ya no es rusa, ya no
es suicida.
Quiero nadar en este sueño vivido en la brevedad del tiempo, en la maldita
inmensidad de la distancia.
Ahogarme en la ilusión y resucitar enamorado en los albores de la demencia
conmovida, endeble, sonriente, ruborizada y a la vez convencida.
Iván diría: “me has mojado, me has mojado el corazón por un instante, tan
ausente, tan pausado; me has mojado el corazón y me he enganchado”.
Puedo pensarme como un yo de nuevo, puedo verme sin velos intermedios,
puedo verme a la luz radiante de sus ojos, de su sonrisa, de su gracia.
Escribe enamorado, iluminado en sus ojos, en la motivación obsesiva,
candente, caliente, rosa, azul, de arcoíris y tesoros a su final, de oro o de
plena fantasía:
Solo pienso en volver a verte.
Solo pienso en confesarte mis emociones en palabras.
Solo te pienso a ti...
Solo pienso en decirte algo más sincero que un “te quiero”,
Más cercano a la realidad.
Realidad distante, lejana…
Realidad adversa.
Redoblo el gusto, el riesgo, el peligro
Y la recompensa…
Tú eres la brujita encantadora,
Yo apenas hipnotizaba serpientes con una flauta.
Ahora bailo desnudo alrededor de tu recuerdo,
Grabado a fuego en mí deseo.
El fuego se encendió, y hasta que no explote no va a parar. Depende de tus
manos, de tus caricias, de tu boca, de tus besos, de tu aroma, de tu aliento,
de tu cuerpo, de tu sexo. Depende de nuestro encuentro, de cruzar en un abrazo
dos “te quiero”, como mínimo, para ser discretos; por el momento.
Soy valiente, nos va a salir muy caro, tenlo claro. Porque es demasiado
bueno, demasiado perfecto, en algún punto temo por ello, la experiencia puede
ser la salvadora ante errores impulsivos o simplemente una voz vieja y ronca que en su mal aliento
corroe la ansiedad en desconfianza, en incredulidad, en miedo, etc.
Todo muy loco,
Y bello,
Inolvidable y perplejo,
Te expreso sentimientos,
Que normalmente quedan rebotando,
En el eco de las expectativas,
O de los secretos…
Aquel tipo que me cansa, que me agota, que habla mucho y luego abstrae
cruelmente, ese que en temporada de mariposas va a observarlas, oliendo flores,
escribiendo poesías cursis, tarareando canciones que no existen y probablemente
nunca nadie más conocerá. (Más que él mismo) Ese tipo celeste, rosa,
verde, colorido; con esa risa estúpida e inocente, pasa cantando como siempre
por al lado mío, gritando en voz suave y tenue:
“Bienvenida primavera, podrán marchitarse las flores,
Pero siempre volverás con un poco de calor
Y polen."
"A llevar flores pintadas en las manos,
Y colibríes en los ojos.
(Y a las espaldas)”
Le hubiera dado un grito para callarlo, lo hubiera increpado para que
parase; lo hubiera hecho si no hubiese escuchado de nuevo, corriendo el riesgo
de empalagarme, sus palabras. Hablaba de belleza, de hermosura, de preciosura,
hablaba de algo tan intenso y simple, que creí que hablaba de ella, de esa
mujer extraña e increíble. Cautivante e indescifrable. Aquella mujer, la
que dejó un tatuaje de su tacto en mi piel, justo allí, en un compartimento
dulce y privado, donde guardo todo el placer de sus besos.
Preciosa mujer que llegó de un tumbo sobre el Pegaso de la fortuna, que
vino a hacer del azar algo inolvidable...
Sin percatarse, como aquel hombre que le habla a una aventura, el relato
llego hasta su corazón a través de sus propios oídos, dejó el relato en tercera
persona y terminó su discurso hablando con su pecho:
Estas en mi retina,
Pintando las fotos que voy recolectando del día,
Por eso tienen tu color,
Y huelen a ti.
La memoria pesa porque florece, crece y aumenta su ansia. Es grande, casi
impensable. Una probadita de vos bastó para declararme adicto.
Si no mido las palabras es porque me arden en el alma.
A la vez no hay
apuro.
Pero es un hecho que no tenga dudas sobre esto.