La vida es un accidente fortuito, una consecuencia fáctica de la existencia material de las condiciones necesarias para su existencia y desenvolvimiento.
Y tal existencia de vida,
es un error imprevisto
hasta para los propios vivos.
Nuestro origen es la unión genital
de dos homínidos que jadean
y gozan.
Sienten placer y lo disfrutan,
satisfaciéndose mutuamente
con violencia y voracidad.
Ambos somos el producto
irracional y fortuito
de hormonas y deseo.
De la necesidad
e inercia.
Indago
y caigo nuevamente
al límite sutil
entre la curiosidad y el morbo.
Debe ser por eso
que nunca rezo
y permanezco oculto en mi sombra,
callado.
Como quien guarda lo que queda de su alma
en un sitio seguro
y secreto.
Allí aprendí que el silencio
es el lenguaje de la oscuridad
y no del vacío.
Descifrarlo,
quizás sea el precio
de no mirar y no quedar ciego,
de no distinguir si los ojos
se encuentran cerrados o abiertos.
también se me olvidó
como llorar,
y a su vez, de alguna forma
tengo conciencia de padecerlo.
Ergo
no quiero huir ni gritar,
tampoco anestesia.
Si la vida es ausencia de muerte,
en este caso hablamos
simplemente de subsistencia.
De incercia
e instinto.
De reflejos defensivos.
Refugios.
Podría ser de otro modo,
no obatante ambos nacimos
del vientre de un animal mamífero,
mientras sufre y defeca,
padece y se esfuerza,
bajo el efecto narcótico de sus propias hormonas.
Repito,
somos el producto
de un acto irracional y hedonista
de satisfacción y deseo;
de necesidad y consumo,
de placer y poder;
de negación a la muerte,
de inercia e instinto.
Mientras no hay dios ni eternidad, solo energía que se transforma y millones de millones de monos mortales y finitos en un planeta.