Los tipos de asimilación emocional del ojo. / Umiel - Julio 2013

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Es la escena en que te presentas cargando un gran ojo a tus espaldas. Y pones a rodar los capítulos de este show de invierno.

El drama tiñe el guión.

Una poesía en la memoria de nadie, muere en el anonimato de una llama que arde sobre el papel del único original que queda. Y en el shock de ver como se quema, no darías cuenta que, con tu lágrimas lograrías ahogar su arder. Es cuando se inaugura en tu pecho un sentimiento de pena, que nunca imaginaste poder llegar a sentir. Es cuando la historia no tiene un final feliz, la fantasía está de luto, y la ilusión inauguro el día con la bandera a media asta, (ese espacio vacío que señala que falta otra bandera que antes se agitaba a la par en una fiesta de alianzas, al ritmo del vendaval), es cuando el frío y la lluvia acompañan al amanecer hasta la puerta de su casa. Y que además de mirarte al pasar y no saludar, murmuran hablando mal de ti.

Hay quienes sienten la paranoia de que alguien los sigue a donde fuera que vaya, una presencia que los atormenta en todo momento, hasta en los actos más íntimos; y que para poder escaparse inventó el mito de un fantasma. Que en los dibujos animados se presenta como esa nube pequeña que presiona y siempre te alcanza. Señores míos, nunca tuve paraguas. Cuando era más joven no era un problema, hoy un poco crecido, me da fiebre y emociones intensas de pena. 

Hay quienes se encuentran en una monarquía parlamentaria en manos de su súper yo, y se imprimen el sentimiento de culpa a una conciencia moral de cualquier religión. Esos lugares con látigos y cadenas, y humo denso de un incienso con fragancia a opresión. Hay otros que ingresaron al dogma de la relatividad extrema, hasta que la nada los dominó. Ya ninguna lucha merece la pena, ya el unicornio se escapó. Las arrugas llegan estando solos, dicen aquellos que aseguran que hubo una vez en que conocieron el amor. Un río de espadas, yo en la orilla y detrás un muro de ilusiones asesinas. 

En mi cuerpos sus marcas, en la piel y en el alma las heridas, un reloj en mi mano y arena dentro de los ojos en pleno llanto. Señores míos, averiguaré si tengo alas.

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