Con la irresponsable inocencia,
de quienes descubren en la vida, las prestaciones de la capacidad emocional
humana, ellos, jóvenes y bellos, con tantas mañanas por delante, con tantos
traumas cerrados por detrás, con su compañía mutua y un nuevo futuro, se
adentran en la aventura de perderse en los desiertos y paraísos del amor
conyugal, del amor de compañía y presencia. Primero se les presentó el más
intenso enamoramiento, la pasión única, exquisita, la necesidad de estar
juntos, la pulsión inmanejable, las ganas incuestionables, las iniciativas de
procrear, de planear un futuro, de creer que hay algo más que desengaños en el
mundo. Luego, el amor se quedó para acompañarlos. Este más espeso y duro, no
tan brillante y creativo, fue goteando y en el remolino y avatares de los
inexpertos; lo fueron destruyendo y torturando. Hoy pareciera, que padeciera
una enfermedad terminal.
Ahí se posaban en una plaza,
leían, se peleaban, hacían de su interés mutuo, la causa de su mal. Un hombre
triste de unos 60 años observaba en ellos, algo, que le generaba la más
dolorosa frustración, como un film que se repite como una fatalidad programada
en esta civilización moderna, ver como un amor intenso, de esos que ya no existen,
o solo existen una vez en la vida, se diluía en la inexperiencia de dos
personas confundidas, solas y altaneras. Uno de los dos terminó levantándose y yéndose;
el hombre que buscaba la compañía de las palomas y de gente desconocida,
especialmente observaba la alegría espontánea de los infantes, pensaba: Y
cuando de joven despreciaba el amor, y no quería admitir sus sentimientos, ni
luchar por ellos, ni valorarlos como debía, ni hacer los mil y un intentos, bastó
que ella se alejara para que la estupidez me clavara un cuchillo en el pecho.
Estas injusticias y fatalidades deben tener cura, sino la lucha no tendría
sentido y el amor se perderá en la historia. Sin romanticismo no hay lucha, sin
sed de cambio no hay resistencia. No podía ver esa tragedia y quedarme sentado,
quieto en la más absurda paciencia…
Me acerque y le dije: te diré
algo porque creo que lo suyo aún tiene arreglo:
Cuando joven despreciaba al amor,
creía en mi orgullo. Hoy ya sin fe ni capullos, ya sin dudas, me quedo vacío al
lado de un recuerdo suyo.
Recite de memoria a Rourke Boada:
¡Sí!
¡Adiós!
Tan sólo eso,
Y adiós te doy.
No es un adiós
Que signifique que
No volvamos hablarnos,
O no volvamos a mirarnos.
Mi adiós no es esa lejanía
De tiempo, o de distancia;
Ni la de llenar un vacío
Que deja una ausencia
Con otra presencia.
Mi adiós,
El adiós que te doy,
Es mucho más profundo,
Desgarrador y radical;
Es una interna lid
Con uno mismo
Para desarraigar
Un sentimiento;
Es descarnarse
Para llegar
Al hueso y
Apuñalar
Al recuerdo,
Y extraer
De la sangre
Su veneno.
Mi adiós,
El adiós que te doy,
Es mucho más profundo:
Es mi despedida a lo que
Dolorosamente eres
Dentro de mí.
¡Adiós!
Tan sólo eso,
Y adiós te doy.
No es un adiós
Que signifique que
No volvamos hablarnos,
O no volvamos a mirarnos.
Mi adiós no es esa lejanía
De tiempo, o de distancia;
Ni la de llenar un vacío
Que deja una ausencia
Con otra presencia.
Mi adiós,
El adiós que te doy,
Es mucho más profundo,
Desgarrador y radical;
Es una interna lid
Con uno mismo
Para desarraigar
Un sentimiento;
Es descarnarse
Para llegar
Al hueso y
Apuñalar
Al recuerdo,
Y extraer
De la sangre
Su veneno.
Mi adiós,
El adiós que te doy,
Es mucho más profundo:
Es mi despedida a lo que
Dolorosamente eres
Dentro de mí.
Perder lo que tienen, sin hacer hasta lo
imposible, deviene en una tristeza existencial, que solo te hundirá en la más
intensa frustración, que te hará recordar cada noche sin excepción, cada mañana
sin elección. Escribirás poesías a nadie, y los ojos que las lean, si fueran
los de ella, tampoco le darían luz, para que con esa luz te mirara de nuevo,
con ternura y entereza. No sufran en soledad, luchen juntos en las malas, sean
uno en el peor momento, que si no morirán en el veneno de la manzana. El amor a
veces es un juego, a veces es una causa, la más importante que un humano puede
emprender en la existencia masiva, anónima y mortal. Porque el tiempo pasa y
todos hemos de morir, el tiempo perdido, es tiempo que nunca más volverá. Si
van al cementerio juntos, no revivirá el muerto, solo verán crecer flores.
Primeros auxilios, desesperación esperanzada. No se pierdan, que sus caminos
son lo que son, por su mutua influencia. No pienses, ámense y duerman todas sus
noches y bésense cada mañana.
Yo sé lo que es hablar y decir: “No
sé, no sé nada de como estas, no te veo, te quiero ver; y nada preciosa, no quería
llorar. Hablamos otro día, te extraño mucho mujer, fue demasiado por hoy. Abrazo.”
Y luego escribir entre llantos
encerrado en mi cuarto: “Tu risa, tu boca, la belleza escandalosa que se
desliza por tus labios. El encanto de las palabras que masajeas con la lengua,
tan hermosas son sus ideas, tan perfecta de viento y arena.”
No se desperdicien, no lo
arruinen, que todo está en sus manos, siempre y cuando estén juntas. Quizás me
equivoque, pero de algo estoy seguro, que el dolor y la resignación que te deja
en la sangre perder a tu amor de la vida, es una equivocación más fatal, que
cualquier consejo que pudiera darte hoy y que al final te hiciera mal de todas
maneras.
El hombre se retiró con una
sonrisa, como si algo de su vida se arreglara con esa acción tan hermosa y
sensata. Era la cara de un soldado del amor, que aún resiste para hacer del hoy
y del mañana, un mundo más habitable y la existencia grata.
Imagen: Toni Demuro
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