El
cuarto se maquillaba de ocre y gris,
Mientras
la sal estéril,
Perece
en el semblante,
De una
lágrima seca.
El gemido
agotado,
Por el
acoso del sudor frío,
La exclusión
emocional,
De un
marginal sin encanto.
Una
pobreza que seduce a la miseria,
Una realidad
afila las puntas,
De una
piel con espinas y asperezas.
El yo-yo
que gira y se desespera,
En la
carrera de ahorcarse en su hilo,
El vértigo
decadente sin alivio,
La adrenalina
disecada,
En la
saliva de un desastre.
Que corre
y corre,
Pedaleando
en el aire…
El
conejo se durmió,
La
tortuga anuncia:
Jaque
mate.
Una
huella del corazón,
En el
fondo,
De
un río salvaje.
Los
recuerdos de un amor,
Que duelen,
Porque
aún laten…
El
cuarto bulímico,
Mientras
la sal estéril,
Perece
en el semblante,
De una
lágrima seca.
Vomita
gorriones y cuervos,
Por la
ventana,
Un
tipo cuerdo que enloquece,
En ardor
de sus entrañas.
El
sonido de un corazón delator,
Que quiere
cortarse las venas,
Y dejar
de quejarse.
De salir
de esta miseria,
De
vivir de tus sobrantes,
Atárselas
de nuevo,
Antes
de quedar marchito,
Sin
pétalos ni sangre.
El
unicornio azul,
Se
te diluyó en el aire,
Y
transformado en rata,
Lo echaste
por el tirante.
Espera
en el muelle pálido y solo,
La basura
que queda,
Del capitán
y los tripulantes.
Las plumas violáceas
y azuladas se visten de vestigios de un desastre, cae en la curva deliciosa
aquel vestido sobre los pequeños pechos en aquel escote elegante. Sus plumas
son adorno, ya no intentes volar ni elevarte. El trauma de la colisión, el impacto de un amor, que en su tráfico se
derramó al estrellarse. Esos besos narcóticos que destruidos en escombros,
enuncian el día y la fecha en que ya no lograste, mantener esa clandestinidad
erótica en la que florecíamos, sin preocupaciones ni pasajes. Sin baches ni
peajes, sin restricciones ni virajes. Hoy me drogo con lo poco que me das y con
lo poco que me queda, de todo aquello que mediste y que conservé de alguna manera.
Vendo mi dignidad por una dosis de esa actuación de amor que das cuando no
tienes algo mejor que hacer que necesitarme. No sé si soy lo que fui, si no fui
lo que soy, que no seré lo fui, o que no fui lo que seré. La vedad no importa,
me suicido en un yo-yo que planea caer hasta sentir como el hilo se corta. Solo
se que me confundo, solo sé que no puedo encontrarme. Hasta tanto giraré, giraré
hasta marearme. En el agitar del viento, como si fueras un remolino pequeño,
creo poder ubicarte, solo para ver de nuevo como aún en los besos, aún en el
sexo no puedo encontrarte.
Mis brazos
morados como señal de la perversión de mi sangre.
El delirio al que me someto para respirar tu
aliento en vez de aire, robo dinero y tiempo de mi futuro para conseguirte;
pierdo mi dignidad para sentirte…
-“Aquí tienes una erección, cuando desees usarla, por favor no dudes
en llamarme.”
-“Ah, me olvidaba, si quiere además un corazón, viene junto con las
pilas y además también es desechable.”
Prendió un
cigarro y tarareó una canción de un nuevo humidificador y la letra paranoica de
un desinfectante. Vio a un testigo de Jehová molestar a alguien en la calle, y
pensó ¿Cómo pueden creer en algo semejante?, Ella es real, su desprecio también,
su sexo obligado, sus uñas, la repugnancia, el deshonor, mi dignidad y mi sangre,
al menos, están aquí y ahora, al menos, son reales. Al menos huyo como un mono
erguido y no como si hubiera caído del cielo, como si fuera un ángel. Me ofusco
al revivir el sonido de mi despertador, y llego a casa solo para enojarme a
solas. Para evitar pasar por el espejo, para desaparecer en las horas perdidas
que vienen esta madrugada a masturbarme y torturarme. Soledad no me consuela, vampira
maldita que vive de mi sudor, de mi esperma y de mi sangre… Pero, la abstinencia
es así, la adicción podría llegar a matarme. Un sufrimiento por otro, un dolor
multiplicado, un desencantamiento vital que crece exponencialmente, en cada
triunfo fracasado, en cada vida muerta entre los damnificados, en cada sueño desvelado,
en los viajes sobre hojas otoñales perdiéndose en el capricho del viento. En la
crudeza natural de ver a los árboles pelados y enfermos. Un café, un sapo, un príncipe
rebelado, un sacerdote reconvertido al ateísmo, Juana de Arco confesando las
drogas que usaba cuando hacía política de sus delirios. Y suena de fondo que la
hicieron quemar. Un rock and roll que por lo menos, le pone sal a la
mortalidad, un poco de cerveza, un poco de niebla en la cabeza, un poco de
estilo al nada más.
Cuando
aparece un bostezo,
De aquel
calor desnudo,
Aparece
una figura junto a mí,
Se empaña
y al girar,
Escucho
como huyes,
Con el
presente de aquí.
El
unicornio azul,
Se
te diluyó en el aire,
Y
transformado en rata,
Lo echaste
por el tirante.
Espera
en el muelle pálido y solo,
La basura
que queda,
Del capitán
y los tripulantes.
En la
saliva de un desastre.
Que corre
y corre,
Pedaleando
en el aire…
La cabeza dentro del aire,
La nariz bajo el agua,
Las manos que roban,
A Nacho unas cosas,
Sé que he sido un cobarde,
Sé lo soy aún en la canción,
Pero ya es tarde y no logro encontrar,
Una manera mejor de explicarme.
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