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Imagen 1. |
Conseguí
pólvora en el mismísimo momento en que informaste que el derrumbe de todo esto
dependía de la voluntad del tiempo. Encerrado en este y fuera del espacio, vemos
como flotamos en algo menos importante que el recuerdo, menos apremiante
que el presente y más cobarde que el futuro.
Encontré
pólvora en las valijas de mudanza que nunca armaste, (como primera ración). De allí
hasta hoy, tengo lo suficiente para volar a media nación, para volar mucho, en
mil partes.
Esas partes tan muertas,
Como lo están hoy,
Al fin y al cabo,
Solo se trata de distribución.
El fósforo
lo dejaste en aquel hueco en la almohada, en ese espacio vacío que descubriste
en tu corazón. Decidí encenderlo cuando recordé la última vez que hicimos el
amor, decidí lamerlo hasta las llagas, hasta las marcas, hasta el carbón. En un
muro se escribe la sentencia, un grafiti en el pecho incita a la resistencia y
si se puede, no vaya a ser molestia, intentar una revolución. Dos de cada diez sentimientos, mueren de
hambre. La mayoría de ellos, casi en un %60 no llegan a educarse y viven presos
de una colonización. En esta anarquía no hay lugar para contemplar los
vestigios de las estructuras de lo que alguna vez fue soberanía, compañerismo,
solidaridad, sexo y nación.
Un
colifato, un loco lindo, o quizás solo un loco bueno, cantaba su versión: cantaba
con su letra, en fin, pedía prestada alguna que otra palabra y la melodía y/o
una inspiración:
Es el
tercer día y el agua no bajó, vivir en medio de un desastre… Construiré una
balsa y me iré a tocar rock and roll, naufragando en la posibilidad, de estar
mejor, en otro lugar…
Quedé con
palabras rebotando, como un pequeño jugador de básquet que insistentemente taladra
la tranquilidad matutina laboral, con ese pique molesto, con ese golpe certero,
como un pájaro carpintero, como un serrucho mal intencionado, como una pizca de
sal y ajo en un mortero, como la uña encarnada, como la astilla clavada, en la
ampolla del dedo.
Rebota un lugar,
Donde los besos saben dulces,
A lo largo de la mortalidad.
Donde se agita la sangre,
Allí sobre el puente que une,
La luna con el mar.
Donde nace el encanto,
De vos, yo, la playa y la sal.
El desahucio nos dejó,
Cien años de lluvia,
Sin arena y sin neón,
Se escapa el humo de la boca,
Con aliento a desengaño,
En los pocos minutos al día,
Que tenemos de sol.
El
problema no es el congelamiento,
El problema
es la ausencia de calor,
El problema
no es el aburrimiento,
Sino
su presencia en los recuerdos,
Que se
entretienen como un cazador.
Entre
muerte, balas y pólvora,
Entre
valijas no hechas y alcohol,
En un
hueco en la almohada mojado,
En un
espacio vacío latiendo afónico,
En la
garganta del recuerdo de una pasión.
El
problema es tu ausencia en mis manos,
El problema
es tu insistencia en mi corazón.
El remolino que ronda bailando,
Tan cínico e inocente como un niño
cruel.
Las ventanas que ya no soportaron,
La furia de este vendaval sin fe.
Partiéndote en dos los labios,
Los tajos que el viento nos dejó en la
piel.
La foto tapada por el polvo acumulado,
En los cajones encadenados,
Entre la dignidad, la ambición y el
placer,
De unos ojos que soñaban con el horizonte,
Y que hoy se ahorcan cuando miran el
ayer.
Le tomaré prestado,
Los guantes al poeta,
Y sin publicidad,
Ni censura,
Dejaré en este papel…
El dolor que lastima,
Cuando la pena duele.
La nostalgia de una pasión,
Que sangra,
Cuando el amor muerde.
Conseguí pólvora en el mismísimo momento en que informaste que el
derrumbe de todo esto dependía de la voluntad del tiempo. Conseguí el fósforo
en aquellos espacios huecos y lo encendí en la tristeza del recuerdo de unos
cuerpos. Lo dejé caer cuando el dolor lastimando en la pena que duele, sintió
todos los quilos de presión de los dientes, del amor cuando muerde.
Le tomaré prestado,
Los guantes al poeta,
Y sin publicidad,
Ni censura,
Dejaré en este papel…
El dolor que lastima,
Cuando la pena duele.
La nostalgia de una pasión,
Que sangra,