Una ubicación precisa,
un sitio inadecuado.
Entre marionetas y sumisos verborragicos;
gatos floros y gatas floras que se tiñeron el pelo de zurdo.
La mirada envuelta en una torpe discreción,
con ojos marrones,
pero un tono más claro que el resto;
su pelo un poco más claro aún, me recuerda
que con tanta melancolía mía,
no puede haber amor.
Ahora pienso en volver a encontrarte,
mostrarte alguna destreza,
ante cualquier aparente virtud,
y obligarte con una sonrisa
a que me pienses.
Dejarte un beso en el pliegue izquierdo
de tus labios,
escribir con la yema de los dedos,
de tus glúteos hasta el borde de tu cuello:
...Suéñame...
Hay algo delicado en tu sorpresa,
que sugiere no defenderme de vos,
ni aprovecharme de la estupefacción incauta;
pero hablaré la lengua del deseo
en tu vientre desde tu garganta,
entre tus piernas hacia tu espalda;
hasta morderte la cintura en un orgasmo tuyo,
de caramelo y lava.
Hay vida,
si hay una promesa.
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