Un reconocimiento intacto,
aquel sabor preciso,
que orienta el deseo hacia la carne
y la celebración.
Épocas de victoria.
Nuestros límites son tan deliciosamente difusos...
Especialmente cuando se me confunde lo que "debo" y pretendo,
frente a lo que quiero.
Cuando lo que dices entra en guerra con tu mirada,
náufraga en la marea de formas en las que mueves tu boca,
al hablar.
La suavidad de la empatía polisonta en tu voz,
es aquel llamado silencioso desde el precipicio,
la valiente batalla del recuerdo contra el olvido,
ecos de un (a veces) secreto compartido.
Un retorno admitido;
mezcla de nostalgia y alivio.
Exquisita confusión,
entre saciedad y sacrificio.
Aquel devoto respeto,
a nuestro delirio.
Como aquella noche aún postergada,
oculta en la sombra de una celda,
donde habitan reclusos,
realidades y deseos genuinos.
No hablo de cualquiera,
de los tuyos,
de los míos...
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