Tengo que dejar de ver el sol de tu rostro,
Tengo que dejar de iluminarme con el brillo de tus ojos,
Debo abandonar tu piel perfecta,
Para no terminar en el edén de tu espalda,
Tengo que beber agua salada,
Hasta la enfermedad y la arcada.
En vez de quedarme sin balas,
En vez de endulzarme con tu saliva.
Tengo que convencerme que toda magia,
De conejos y sombreros de alegría,
No fue más que otro show,
Para quienes quieren creer por un rato en la mentira.
Otra vez no puedo dormir,
Por el insomnio,
Lo único que queda,
De aquello que dejaron tus ojos.
Junto a los restos en las sábanas,
Junto al eco extinto de tu gemir apasionada.
Imagen: ALESSANDRO GOTTARDO
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