Se que te oculto en los rincones de mis letras, en los sitios oscuros donde guardo santuarios; sé que estoy escribiéndote de nuevo y que admito además el profundo, intenso e íntimo miedo que conlleva. Los límites distorsionados, los secretos que resbalan de ganas; y confieso que hay versos que no se animan a tus ojos y que escondo; a la vez que...
Te iría a buscar a donde estuvieses; para besarte,
iría inmediatamente a donde estuvieses,
miraría tus ojos y te besaría.
Te daría un beso eterno en solo un instante,
de esos que se nos mueren y agotan
tras las rejas de un recuerdo que ya no rinde.
...No obstante;
iría a donde estés para besarte...
Por el momento no son importantes,
los orgasmos impersonales que me regalaste,
anónimos;
casi sin rostro.
Tan poco tuyos, nada míos y tan de otro;
todo eso que ocurre cuando se esquiva el amor,
torpemente;
se atormenta la ternura en un placer ausente,
aquella lujuria prohibida que te cierra los ojos...
Y ya no gozo de ningún modo y de ningún morbo,
al ver hasta dónde llega este cadáver.
No soy tu amigo,
no pretendo serlo
e iría donde estés para besarte.
Besame,
o tendré de conformarme
en salir a buscarte en bocas ajenas,
hasta encontrar alguna que sepa
similar a la tuya.
Besame,
o correré el riesgo de enamorarme
en tu nombre,
y tendré que quitarte
hasta de mis mejores fantasías.
Besame,
que no puedo respirar bien
por tanto tiempo
fuera de tu saliva.
Y el sol nunca brilla igual
si no lo acompañas con tu risa.
¡Besame!
¡Qué no aguanto más las ganas de besarte!
Y si quiero tomar tu mano
y no me lo permites,
te pido que las abras para ver que ocultas en ellas.
E iría inmediatamente a donde estuvieses,
para que también
me beses.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario