Me resbalé con una voz encendida
en el recuerdo. Látigo de luz, brillo y castigo. Justo allí donde hace falta
luz, donde sonido de golpes y gritos rebotan en el eco, donde a veces huele a
sangre, pólvora, azufre, incienso de iglesia y nuez moscada. A veces a arroz,
leche y canela, otras veces a vómito seco y otras cuantas a “rabanada”.
Allí donde tiro todos mis más
íntimos secretos para que se hagan hombre, allí donde patrocinio mis mejores
pecados, entre otros; allí de donde me sorprende el inconsciente en sus raptos
de anarquía y rebeldía violenta. Allí donde existe la oscuridad perfecta donde
me oculto cuando miento, la sombra de donde se escucha mi voz pronunciar con
certeza aquello que no sé. Aquello que no se ve, pero…
Sin luz no hay
defectos,
Sin luz no hay obscenidad,
Sin desesperación no
hay adeptos,
Y sin mártir no hay
hermandad.
En la oscuridad de
nada sirve tu mirada,
Y la imperfección al
tacto,
La imaginación suele
estimular,
Es allí donde también
mordiste el polvo,
Y también donde te
suelen engañar.
Aturdido entre relámpagos y niebla espesa que se siente al respirar, con
lodo hasta las rodillas vas perdonando aquellos errores que se parecen a los
que tú mismo has cometido; con un casco obrero con una linterna encendida e inútil
vas dejando en el fondo del hirviente y frío caldo barroso aquellos “perdón”
que regalaste de corazón, al saber que tú podrías hacerlo mucho peor. Vas
reclutando miedos, traumas y fantasmas; y varios policías muertos, recolectando
hedor a carne quemada, carne cocida de todas aquellas veces que te condenaron a
la silla eléctrica, ecléctica, femenina, divorciada y liberal. Frasquitos de
perfume, huellas entre la humedad de tierra viscosa, la tragedia de Hansel y Gretel;
Sin Wilson ni Lazarillo ni Sancho, a esta altura, reconozco que Nietzsche me
parece un romántico más. Frasquitos de perfume cerrados con tapones de corcho,
escarcha y huellas perdidas, escalera que no termina, camino repleto de olvido,
camino sin trayecto.
No hay sitios
imposibles,
La vida me lo ha
demostrado,
No siempre tiendo a
ser necio,
Tampoco a ser
esclavo,
Y aquí me ven.
Brusco y atolondrado,
Ni busco ni encuentro,
Turista en todos
lados.
No es lo mismo un feto que un
tumor,
¡Qué bella era Hiroyima!
Hay cosas que nunca voy a
perdonar, y como el viento a veces se calla, le vuelvo a gritar: “luego de la
herida, luego que me han lastimado, en vez de querer vengarme, aprendí a no
hacer daño”. Existen puntos seguidos, puntos aparte, los suspensivos, capítulos
y finales, Existen libros del mismo autor, plagios y anonimatos cruelmente
decadentes. Existe la melancolía, la cocaína, el tango y el arrabal. Y con la
tinta de esta estrofa que se mezcla con el aliento de mi voz ronca, resistiré
mientras no me dejen avanzar, mientras el sol lastime los ojos y mi refugio sea
allí donde habitan el frío y la humedad.
El frío y la humedad,
Agosto 2015 en Buenos
Aires Ciudad,
Otoño – invierno,
Mis sitios ocultos,
La embajada del
infierno…
La espada,
La
cruz,
El vino,
Y
el orgasmo.
La cera de un velo ardiendo se funde con aquel hilo de
saliva danzando como en un rito sobre la línea de frontera del vacío y la plenitud.
Y sin haber dicho todo lo querido, en una lucha contra el trastabilleo de
colocar estas ideas en hileras dentro de estas palabras que se agotan más
rápido que la inspiración y que el renglón invisible que se termina, queda por
decir en nombre de una alquimia:
Allí donde se derramó
sangre brotó una historia y una flor,
Donde hubo enfermedad
hubo amor,
Siempre de la
impunidad nace la trascendencia de una convicción,
Y nada dura para
siempre,
Ni el éxtasis, ni el
dolor.
Antes de terminar,
Quisiera acotar,
Que conozco, además;
El deseo y el amor.
Y detrás de un muro de
diferencias, en medio de un ejército que desfila indiferente entre la gente al
filo de la muerte, entre góndolas de coca cola y comida chatarra, en un baile con
un asesino, entre códigos de barras y tarjetas de crédito. En una danza de miel
y cera, cruel esperanza vieja que envenena, de aquella saliva que zig-zagea en
la línea de frontera del vacío y la plenitud. Aquel sitio desconocido de la
azotea, lo que tapa la brea, del fondo del freezer de la heladera, debajo de un
ataúd.
Suciedad, sociedad,
Profilácticos,
sacerdotes,
Artistas, estafadores
y violadores,
Inmigrantes ahogados
hacia la Unión Europea;
Bolivia sin mar.
Palestina y Siria sin paz.
Ecos que se repiten,
Malvina y Soledad.
Palestina y Siria sin paz.
Ecos que se repiten,
Malvina y Soledad.
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